El año 1447 nació en La Vega (Liébana, Cantabria) el altivo García González Orejón de la Lama, señor del valle de Cereceda, que encabezó en la comarca el alzamiento de los Comuneros, secundando a Padilla, Bravo y Maldonado, cuando llegó a España el Rey-Emperador Carlos V.
El partido contrario, capitaneado por el segundo Marqués de Santillana, hijo de Iñigo López de Mendoza, no podía con los lebaniegos comuneros que eran, dentro de su territorio, invencibles. Sin embargo, un criado de Orejón, vecino del pueblo de Pollayo, le traicionó y le entregó a sus enemigos cuando estaba dormido.
Le cortaron la cabeza en Ventanilla, cerca de Cervera de Pisuerga, el 23 de agosto de 1521.
Su testamento comienza así:
«En Ventanilla, a tantos de tantos... Estando en poder de mis enemigos, teniendo su cuchillo en la garganta, terreciéndome de la muerte como es cosa natural de uno que esté en su sano juicio... hago este testamento...»
Siguen sus últimas voluntades, una de ellas dice:
«Dexo tantos maravedís a mi hija la texedora de Argüebanes, que la tuve natural, como dote, para que entre monja y no acabe en puta como su madre...».
Y continúa con otras jugosas cláusulas cuyo texto no dispongo en este momento.
Todo lo anterior (rigurosamente histórico) viene a cuento de que si no tienes hecho testamento es mejor que lo hagas, aunque sea como el citado.
De lo contrario te expones a que tus bienes sufran algún desgraciado extravío.
El partido contrario, capitaneado por el segundo Marqués de Santillana, hijo de Iñigo López de Mendoza, no podía con los lebaniegos comuneros que eran, dentro de su territorio, invencibles. Sin embargo, un criado de Orejón, vecino del pueblo de Pollayo, le traicionó y le entregó a sus enemigos cuando estaba dormido.
Le cortaron la cabeza en Ventanilla, cerca de Cervera de Pisuerga, el 23 de agosto de 1521.
Su testamento comienza así:
«En Ventanilla, a tantos de tantos... Estando en poder de mis enemigos, teniendo su cuchillo en la garganta, terreciéndome de la muerte como es cosa natural de uno que esté en su sano juicio... hago este testamento...»
Siguen sus últimas voluntades, una de ellas dice:
«Dexo tantos maravedís a mi hija la texedora de Argüebanes, que la tuve natural, como dote, para que entre monja y no acabe en puta como su madre...».
Y continúa con otras jugosas cláusulas cuyo texto no dispongo en este momento.
Todo lo anterior (rigurosamente histórico) viene a cuento de que si no tienes hecho testamento es mejor que lo hagas, aunque sea como el citado.
De lo contrario te expones a que tus bienes sufran algún desgraciado extravío.
2 comentarios:
Los cataplinos son carroñeros evolucionados que comienzan siempre por la cartera de los difuntos.
Y una panda de sinvergüenzas.
Lo mismo roban a los muertos que venden a los vivos (incluida su madre, si se tercia)
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