| I Apártame del aire, aire. Viento, apártame del viento que no quiero abanicarme, quiero que mi cuerpo sienta las quemaduras del tiempo, que mi voz fluya ligera sin estorbos pasajeros, sin lamentos derrotados que se quedan en lamentos, que mi palabra recoja lo que señala mi dedo. II Apártame del agua, agua. Fuego, apártame del fuego no quiero saciar mi sed ni quiero quemar mi verbo lo que quiero es, simplemente, sentir como siente el pobre, el débil, el carretero, el desecho de la tierra, el hermano en Jesucristo que tratamos como a perro. III Lo que yo quiero es, amigo, enseñar al que no sabe, dar de beber al sediento, al peregrino posada, de comer al que está hambriento, vestido al que va desnudo y un buen entierro al que ha muerto. "Que el ser misericordioso es más virtud que defecto". IV Apártame de la tierra, tierra. Cielo, apártame del cielo que no quiero andar errante, ¡no, no quiero¡, ni por el aire, ni por el agua, ni por la tierra, ni por el fuego. V ¿De qué almario alma saliste? ¿de qué extraño vertedero?. Alma social, colectiva, procuradora implacable de egoísmos pasajeros, de venganzas asesinas, fuente de resentimientos. VI Apártame del mundo, mundo lodazal sin sentimientos, que no quiero andar errante entre vosotros, no quiero que se acumule a mi espalda detrás de un yerro otro yerro. VII Apártame de la vida, vida. Cuerpo, apártame del cuerpo y del agua, y del aire, y del fuego, de la tierra aún no me apartes, dejémosla para luego. VIII Cuatro jinetes pasaron de repente, el del hambre, el de la guerra, el de la peste y el de la muerte. Y los cuatro pasaron fugazmente. IX "Y la tierra me llevó, que no me apartó, yo ya lo sabia, tú no". X Ángeles malos y buenos, dejadme solo, en silencio. XI En silencio, ¡chis!, silencio. |
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