No haremos más comentarios por nuestra parte. Solamente acompañar a la familia Múgica en sus deseos de que se pudra en la cárcel para toda su vida.
Y, si queda sitio, no estaría mal que te acompañase algún otro.
Y, si queda sitio, no estaría mal que te acompañase algún otro.
La Audiencia Nacional vuelve a juzgar, entre hoy y mañana, a Francisco Javier García Gaztelu, al que los suyos, sin que a mi me interese por qué, llaman "Txapote"; lo juzgan ahora como autor material del asesinato de mi padre, Fernando Múgica Herzog, ocurrido el 6 de febrero de 1996.
Escribo estas líneas mientras juzgan al asesino, al que sólo he visto durante unos instantes. Prefería quedarme fuera. No tenía ninguna gana de ver el rostro del criminal. Para qué, me preguntaba. Mi familia conoció en Europa la persecución nazi y los campos de concentración; conocimos después la persecución franquista, y ya luego el régimen nacionalista vasco y la crueldad de su instrumento criminal, llamado "ETA". No tenía ninguna gana de ver el rostro de "Txapote", pero tampoco ninguna necesidad; es el rostro del criminal, y en mi casa ya sabemos cómo es.
Mi familia dijo, hace poco más de diez años, que ni olvidaría ni perdonaría. Algunos pensaron que tal reflexión era fruto del acaloramiento del momento, justo cuando despedíamos a mi padre en la Casa del Pueblo de San Sebastián, que él ayudó a levantar para decir a los terroristas que los socialistas vascos reivindicábamos nuestro derecho a ser y estar en Euskadi, y que ellos, los criminales, habían de ser expulsados de la sociedad a la que ofendían.
Hoy, diez años después, insistimos en que ni olvidamos ni perdonamos; hoy, diez años después, terminamos de cumplir la promesa que hicimos: contribuiríamos a destruir al criminal que asesinó a mi padre, y a tantos padres.
Pero no termina aquí nuestro trabajo. La generación de mi abuela nos transmitió los nombres de los nazis que persiguieron a los judíos en Europa. La generación de mi padre y de mi tío Enrique nos transmitió los nombres de los franquistas que persiguieron a los demócratas en España. Y mis hermanos y yo transmitimos a los nuestros los nombres de los criminales que han perseguido en Euskadi a quienes no somos nacionalistas vascos ni nada queremos de ese régimen complacido y grasiento que ha maltratado a las víctimas del terrorismo, obteniendo ventaja tramposa de cada crimen; no hay partes que puedan sentarse a hablar, sino una espesura criminal arrojada sobre ciudadanos indefensos.
No hay diálogo posible, a no ser que se entienda que el ciudadano indefenso puede ser abandonado aún más, y que los crímenes no serían ya la vergüenza de los verdugos y de sus cómplices, sino el lastre infinito con el que habrían de cargar las víctimas del régimen; en eso estaba el nacionalismo vasco, antes de percibir que ETA podía ser derrotada, y que esa derrota comenzaría a eliminar el miedo tan ordenadamente esparcido.
Así hasta que a alguien se le ocurrió que no era necesario vencer a los criminales, que bastaba con intentar convencerles; cambió entonces el lenguaje, y el concepto de derrota fue sustituido por turbias expresiones, todas ellas deliberadamente escogidas a fin de evitar llamar a las cosas por su nombre.
En lo que a la familia Múgica toca, que no cuenten con nosotros. "Txapote", derrotado, vuelve a su celda, donde seguramente ensayará nuevos gestos con los que insultar a los familiares de sus víctimas. Pierde el tiempo con mi familia; no hemos venido a ver sus muecas, sino a liquidarlo, anunciando que morirá en la cárcel de la mano de su infinita indignidad.
Pero su derrota es sólo un punto más en nuestro camino. Cumplimos con nuestra obligación, y, junto con otros muchos, decimos que no hay nada de qué hablar con los criminales; que han de permanecer en la ilegalidad; que no pueden volver a las instituciones; que han de ser perseguidos y ajusticiados. Que ha de haber vencedores y vencidos, porque sólo de tal forma se hará justicia con los asesinados, y porque será así como la sociedad española seguirá proclamando su decencia. No nos basta la paz a secas y sin adjetivos; sólo la libertad nos hará iguales.
En eso estamos la viuda y los hijos de Fernando Múgica, preservando su nombre y su memoria, y preguntando: quién y cómo liderará el combate contra ETA al día siguiente de constatar que los terroristas nos están engañando nuevamente.
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