El primer problema con el que se enfrenta este programa (y el candidato) se resume en una sencilla pregunta: "Si ahora lo tienen tan claro, ¿por qué no lo hicieron ustedes antes?". Preguntita que en el campo económico tiene una difícil respuesta, pues no se puede decir la verdad del barquero, a saber: que en lo tocante a la política económica no se hizo lo que tenía que haberse hecho.
Rubalcaba es prisionero de ese pasado y no tanto por haber formado parte del Gobierno (al fin y al cabo, ha sido ministro del Interior y lo ha hecho bien**), sino porque se ha rodeado de lo más granado del zapaterismo, comenzando por Blanco y siguiendo por Valenciano, Hernando, Álvarez y un largo etcétera de devotos.
Las propuestas fiscales son magras y, en buena ley y dadas las actuales circunstancias, debieran ser el eje del debate electoral pues –no nos engañemos–, tras las elecciones y gane quien gane, el sistema fiscal español, que está hecho unos zorros, tendrá que reformarse.
Pues bien, veamos alguna de esas propuestas: modificar el Impuesto de Sociedades; crear un impuesto sobre los beneficios de las instituciones financieras; crear un nuevo impuesto sobre las grandes fortunas; una fiscalidad verde que está muy poco desarrollada; incrementar los impuestos sobre el alcohol y el tabaco.
El programa no concreta mucho, pero lo suficiente como poder preguntarse qué hubiera pasado si estas medidas que ahora se proponen se hubieran tomado inmediatamente después de las elecciones de 2008, en lugar de seguir negando la evidencia y haciendo regalos (los 2.500 euros por bebé, los 400 euros del IRPF o el Plan E). Lo que hubiera pasado es fácil de medir: no nos hubiera pillado el toro en 2010.
Está generalmente aceptado que una de las peores políticas puestas en marcha por el Gobierno de Zapatero fue la hidráulica; pues bien, uno se la encuentra otra vez aquí con su buenismo y todo: "Convocaremos a todos los agentes sociales, económicos y políticos para alcanzar una política de agua compartida", lo cual, en román paladino, quiere decir que no se piensa hacer nada.
Quien acabó con el Plan Hidrológico nacional y alanceó las cuencas hidrográficas en beneficio de no se sabe qué desaladoras, es decir, la sra. Cristina Narbona y su coro verde de ecologistas (amantes de la Naturaleza y enemigos de la Humanidad), renacen de sus propias cenizas para anunciarnos que hay que ahorrar agua, mientras los caudales de los grandes ríos se pierden en los mares por falta de embalses. "Se trata de abordar las obras hidráulicas con un criterio más selectivo que en el pasado", se insiste. Es decir, nada de embalses, que son franquistas. Un desastre.
Ideas verdes que vuelven –como la burra al trigo– a la hora de abordar el espinoso asunto energético: "Nuestra apuesta decidida son las energías renovables", que, como todo el mundo sabe, ni dejan residuos ni contaminan el aire (pero sí el paisaje)… y son mucho más caras que el petróleo.
Para ello, "estableceremos un régimen estable de apoyo a las energías renovables". ¿Y quién pagará ese apoyo? Pues usted, amable lector, y yo, a través de nuestros impuestos y del recibo de la luz. En efecto, "estableceremos un canon sobre las tecnologías maduras, como la hidroeléctrica y la nuclear, para financiar las energías renovables". Pero las distorsiones en los costes –lo sabe todo dios menos los ecologistas– acaban por producir ineficiencia.
Detengámonos en una palabrita cargada de ideología en el último párrafo transcrito: un canon sobre la energía hidroeléctrica. ¿Por qué? ¿No son las hidroeléctricas industrias renovables y limpias? Lo son, pero tienen un pero: para obtener esa energía hay que hacer presas y estos verdes señores han decidido, urbi et orbi, que no les gustan los embalses. No sé si porque estropean el paisaje fluvial o porque huelen a trasvase y –ya se sabe– los trasvases, según lo han decretado ellos, no son progresistas.
Ecologistas, feministas y defensores de otras utopías parciales tienen aquí su acomodo. Por haber hay hasta un brindis al sol lingüístico. En efecto, mientras los nacionalistas hacen todo lo posible por erradicar el castellano de sus territorios, el PSOE nada dice de eso, pero se preocupa de que todos los adolescentes españoles "al término de la educación obligatoria conozcan perfectamente tanto la lengua castellana como el resto de las lenguas cooficiales". Yo, por si acaso, procuraré que mi nieta también sea bilingüe, pero en inglés.
Muy al estilo zapateril, hay "regalos" para todos, pero, al menos yo, no veo en el programa ni una sola cuantificación y menos aún un discurso global y coherente.
Hay socialistas decentes |
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