sábado, 21 de agosto de 2010

Prometo cumplir fielmente, bla, bla, bla

El Gobierno emprende las maniobras legales para saltarse el fallo del Estatuto

Y los gatuperios no los perpetrará un gobiernín abiertamente declarado en rebeldía contra del Estado, lo piensa hacer el gobierno que está obligado a hacer que se cumpla la Ley.
Si el primero ya debería estar disuelto hce ya tiempo -de acuerdo con la Constitución- el segundo debería ser ajusticiado por Alta Traición.
Pues si el gobierno, visto que no se pueda entrar en mi propiedad saltando la valla, autoriza que se pueda hacer mediante un túnel por debajo que la evite, aviso que......¡el que pretenda entrar que cuente con un "saludo" del calibre 12!

Entre traición y desacato
Editorial de La Gaceta Ed.impresa 22 Agosto

Se ha confirmado el desacato. Por prime­ra vez en la historia de nuestra democra­cia, un presidente del Gobierno incumple una sentencia del Tribunal Constitucio­nal. Genuflexo ante Montilla, Zapatero ha dedicado un Consejo de Ministros a rec­tificar por la vía de los hechos el pronun­ciamiento del Alto Tribunal sobre el Esta­tuto catalán. Tanto Zapatero como Mon­tilla optaron desde el primer momento por el cisma institucional, anunciando con toda desfachatez que se encargarían de buscar bajo mano una salida para las líneas rojas de la sentencia estatutaria. Ahora, Zapatero ha consumado su des­obediencia al Supremo, intérprete de la Constitución, saltándose tanto la letra como el espíritu de la sentencia.

La traición a la sentencia es especial­mente visible en una cuestión de tanta tras­cendencia como la quiebra de la unidad y la independencia del Poder Judicial: si el Constitucional ponía freno a la delegación de competencias desde el CGPJ a Catalu­ña, Zapatero se saltará ese freno mediante la reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial. Así, la Justicia en Cataluña pasa­rá a ser un terreno absolutamente politiza­do, en detrimento del ciudadano, en detri­mento de una judicatura acosada por el Ejecutivo y en detrimento de un Estado que abandona la vertebración de la Justicia mediante el rechazo del ejercicio de las competencias que le fija la ley. Y todo, ade­más, de espaldas a los ciudadanos.
Con su actuación, Zapatero ha procedi­do a la voladura del Tribunal Constitucio­nal, mostrando así que las instituciones sólo le interesan si las puede utilizar para su interés cortoplacista. Si al Constitucio­nal no se le hace caso en el Gobierno, ¿de qué sirve, qué autoridad tiene? Las senten­cias son de obligado cumplimiento, pero Zapatero ha incumplido con plena impu­nidad. Su manejo inicuo de la sentencia estatutaria redunda en una inseguridad jurídico-política sin precedentes en nues­tra historia institucional desde 1978. Por otra parte, resulta del mayor patetismo la voluntad de tener gestos electoralistas de cara a las autonómicas catalanas: ¿de ver­dad creen Zapatero y Montilla qué van a lograr detener un solo voto? Montilla se ha despeñado en las encuestas todavía a mayor velocidad que Zapatero, y su rebel­día institucional no ha impedido que el nacionalismo radical intentara incluso agredirle, como se vio en el correcalles independentista del mes de julio. Para Cataluña, como para el resto de España, tras la nefasta improvisación de un Esta­tuto que nadie quería, el grado menor de incertidumbre pasaba por aplicar la sen­tencia en su integridad. Incluso desde un punto de vista táctico, los tejemanejes del zapaterismo serán contraproducentes: ni el nacionalismo radical quedará contento ni los millones de catalanes y españoles no nacionalistas dejarán de hacer pagar a Zapatero y a Montilla su frivolidad a la hora de jugar con la Constitución para adaptar­la al Estatuto. El Gobierno, una vez más, havuelto aburlarse de todos. Y, de momen­to, en Cataluña hay consejeros del Gobier­no autonómico que llaman directamente a la "insumisión".
En un país democrático, las institucio­nes son de la mayor importancia para, entre otras cosas, minimizar el daño que pueden hacer políticos irresponsables como Zapatero y Montilla. Al romper las reglas del juego desobedeciendo al Cons­titucional, los dos líderes socialistas han alterado nuestro funcionamiento demo­crático, sin contentar a nadie y sin evitar el mayor de los descréditos. Sólo alguien como Zapatero podía hacer tantas cosas mal al mismo tiempo.

Posteriormente con decir que soy maricón, y declararme etarra, ya verás como me tratan con todo el respeto del mundo.

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