Me lo envía al móvil un amigo a raíz de un comentario que hice en la entrada anterior, y acompañando un texto que voy a resumir:
Empezó a trabajar, allá por los años 60 y pico, como administrativo en una empresa en la que su padre era personal de mantenimiento, y en ella se jubiló después de 42 años de trabajo. En ese tiempo se casó, compró un piso y varios coches, y solía subir a la nieve.
Llegó la bendita democracia y ahora tiene un hijo en paro y otro trabajando, pero no sabe hasta cuando (del futuro de sus nietos no quiere ni pensar porque cuando lo hace sus sollozos molestan al vecindario).
De las hijas, todas casadas, una trabaja y otras dos en el paro.
De las hijas, todas casadas, una trabaja y otras dos en el paro.
Así que dice que menudo cambio que hemos hecho. Y me pregunta que si la tan traída y famosa libertad que hemos conseguido a cambio es esa que permite que Boadella no pueda escribir en tierras catalanufas.
Yo ni quito ni pongo rey, pero estoy de acuerdo con él y no me molestaría tenerlo como compañero en la trinchera.
Yo ni quito ni pongo rey, pero estoy de acuerdo con él y no me molestaría tenerlo como compañero en la trinchera.
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